Día mundial de la Salud Ambiental.
La International Federation on Environmental Health (IFEH), a la que pertenece la Sociedad Española de Sanidad Ambiental (SESA), aprobó en el año 2011 que el 26 de septiembre fuese el día mundial de la salud ambiental.
Para este año 2014, el lema del día es “Abordando las desigualdades en salud ambiental”. Desde ANECPLA nos sumamos a esta “hoja de ruta” para ayudar a concienciar sobre la trascendencia que tiene la sanidad ambiental en la salud de la personas.
El ser humano no siempre se ha caracterizado por cuidar su entorno, ni considerarlo fundamental para su simple supervivencia como especie. Convivimos con el agua, el aire y el suelo; y es gracias a ellos que, sencillamente, “podemos existir”. Sin lugar a dudas. Sobre estos tres vectores la actividad humana ejerce una presión desmesurada e inconsciente: vertidos de aguas residuales, emisiones a la atmósfera procedentes del tráfico, calefacciones e industrias, generación de residuos, etc. Esta presión trasciende las fronteras nacionales y provoca distorsiones globales como el cambio climático o el agujero de la capa de ozono.
Además, el hombre ha modificado o adaptado el medio en función de sus estilos de vida y se ha rodeado de nuevos contaminantes: los campos electromagnéticos derivados de todos los artilugios eléctricos, los productos químicos, el ruido, las radiaciones ultravioletas artificiales, y muchos más que los humanos vamos “creando” en contra de nuestra propia SALUD.
Desigualdades en salud ambiental
En salud ambiental se puede hablar de tres tipos de desigualdades: las desigualdades entre los países ricos y los pobres, las desigualdades entre lo urbano y lo rural, y las desigualdades que se dan entre los diferentes grupos de población.
Los riesgos ambientales para la salud son bien diferentes en cada una de esas posibles combinaciones. En general, frente a los riesgos de tipo ambiental, los grupos más vulnerables son los niños, los ancianos, las mujeres, las embarazadas y las personas con enfermedades crónicas. La vulnerabilidad de estos grupos aumenta si pertenecen a sectores sociales y económicos desfavorecidos.
Una de las mayores desigualdades en materia de salud ambiental se da con el agua. Abrir el grifo del agua en casa es una acción que consideramos natural en los países desarrollados. Sin embargo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), unos 2.400 millones de personas, un tercio de la población mundial, continuará sin tener acceso a agua potable y saneamiento adecuado en el año 2015. Las zonas rurales, sobre todo en los países en vías de desarrollo son las que soportan las cifras más altas en cuanto a ausencia de infraestructuras de agua y saneamiento.
Un potencial escenario de cambio climático generaría la aparición y agudización de riesgos ambientales para la salud. Por ejemplo, habría una mayor frecuencia de olas de calor y de frío (la ola de calor de 2003 produjo en Europa 40.000 fallecimientos, la mayoría ancianos), o plagas aún inéditas o con escasa presencia en Europa como es el mosquito tigre (Aedes albopictus), que sería capaz de convertir en habituales, enfermedades como el dengue, fiebre amarilla, fiebre Chikungunya, etc.
Frente a la desigualdad salud ambiental, ¿es posible la equidad? Sí, si todas las personas pueden desarrollar su máximo potencial de salud independientemente de las circunstancias personales, sociales, ambientales o territoriales.
Para la salud ambiental y los profesionales que se ocupan de ella es prioritaria una actuación que tienda a eliminar estas desigualdades, centrándose preferentemente en las situaciones de riesgo que afectan a los colectivos más vulnerables.
La Ley General de Salud Pública
La publicación de la Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública, supone por primera vez potenciar y desarrollar “la prevención, la protección y la promoción de la salud”, como un área de la salud que no había tenido la misma consideración legislativa que la vertiente asistencial.
En el artículo 27.1 se define “la protección de la salud como el conjunto de actuaciones, prestaciones y servicios dirigidos a prevenir efectos adversos que los productos, elementos y procesos del entorno, agentes físicos, químicos y biológicos pueden tener sobre la salud y el bienestar de la población”.
Salud ambiental en España
En un país como España, las actividades de vigilancia y control en materia de salud ambiental se centran en el agua potable, aguas recreativas, seguridad química, biocidas, legionelosis, control vectorial, calidad del aire, polen, temperaturas extremas, radiaciones electromagnéticas, etc.
Desde las estructuras de sanidad ambiental, las inspecciones de las instalaciones recaen en las comunidades autónomas y ayuntamientos. Así, se hacen visitas de inspección y se toman muestras, cuando procede, de los abastecimientos de agua, de las piscinas, de las zonas de baño (de ríos, lagos y mar), de los planes de control vectorial (ratas, ratones, cucarachas, mosquitos, etc.), de las empresas que producen y comercializan sustancias químicas, de las instalaciones de riesgo frente a legionelosis, etc.; además, se provee de información al sistema sanitario asistencial y al público sobre la calidad del aire, los niveles de polen, las previsiones de temperaturas, etc.
Desde el Ministerio de Sanidad, además de llevar a cabo la coordinación de las actividades de salud ambiental, se tiene establecido un Observatorio de Salud y Cambio Climático, a través del cual se pretende monitorizar los resultados de las actuaciones sobre agua potable, calidad del aire, temperaturas extremas y control vectorial.
Fuente: Sociedad Española de Sanidad Ambiental.