EL ORIGEN DE LAS ESPECIES ESTUVO EN JAQUE POR UNA CHINCHE
Charles Darwin contrajo una dolencia, que pudo haberle costado la vida, antes de publicar su teoría evolutiva por culpa de un pequeño insecto…
El 27 de diciembre de 1831, un joven de tan sólo 22 años, que respondía al nombre de Charles, iniciaba una de las expediciones científicas más revolucionarias de toda la historia. A bordo del bergantín HMS Beagle de la marina británica recorrería el mundo estudiando la geología de los continentes, así como una enorme variedad de organismos y fósiles.
Charles Darwin (1809-1882) fue un hombre terriblemente metódico que sopesaba toda la información antes de tomar una decisión, una estrategia que llevó hasta extremos dramáticos. Se cuenta que antes de casarse con su prima, Emma Wedgwood (1808-1896), hizo una detallada enumeración con las ventajas e inconvenientes del compromiso, listado que aún se conserva.
Entre las ventajas se puede leer: “hijos (si Dios quiere), compañía constante (mejor que la de un perro), cuidados de la casa”. Mientras que entre las desventajas destacaba especialmente una: “libertad para ir donde me apetezca”. Al final pesaron más las ventajas que los inconvenientes y optó por compartir su vida con Emma, con la que jugaba todas las noches una partida de Backgammon, su pasatiempo favorito. La pareja apuntaba meticulosamente los resultados de las victorias en un cuaderno.
La chinche asesina
No cabe duda de que el mejor regalo de cumpleaños de toda su vida lo recibió el día 12 de febrero de 1834, en su vigésimo quinto cumpleaños, cuando el capitán del HMS Beagle, Robert Fitz Roy (1805-1865), decidió bautizar con su nombre la cima más alta de Tierra de Fuego. Posteriormente, también serían bautizadas otras tres montañas con su apellido: una en Tasmania, otra en la Antártida y la tercera en California. En verdad que pocas personas pueden presumir que su apellido de nombre a cuatro montañas.
La travesía alrededor del mundo a bordo del Beagle se prolongó durante cinco largos años (1831-1836). En julio de 1834 arribaron en las costas chilenas, en donde permanecieron durante todo un año, tiempo que aprovecharon para recorrer Chiloé, las islas Guaitecas y el archipiélago de Los Chonos. Antes de viajar hasta el Norte Chico, Darwin realizó una breve estancia en Mendoza.
En su libro “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” narra como el día 25 de marzo de 1835, mientras se encontraba en la cordillera andina, fue atacado por una plaga de benchucas, la chinche negra de las pampas. Aquel suceso, aparentemente sin importancia, tuvo unas consecuencias terribles en la salud del joven Darwin.
De regreso a Inglaterra, nuestro protagonista disfrutó de una excelente salud hasta 1841, momento en el que comenzó a aquejar episodios de taquicardia, vómitos, dolor cervical con la deglución, dolor abdominal, debilidad, flatulencia, insomnio y malestar generalizado. Todos estos síntomas fueron minando progresivamente su salud hasta el punto de que cuesta creer que pudiera escribir “El origen de las especies” en esta situación.
Durante este periodo evitaba el contacto con la gente y apenas conseguía trabajar más de tres o cuatro horas diarias. Los médicos de la época le sometieron a multitud de exámenes médicos tratando de encontrar el mal que aquejaba, sin embargo, no llegaron a encontrar la causa de su enfermedad.
Lo más probable es que estos síntomas estuvieran en el contexto del mal de Chagas, una enfermedad endémica en Chile y Argentina, provocada por un parásito, llamado tripanosoma, y que se transmite a través de la picadura de la vinchuca o benchuca.
Si no hubiese estado enfermo tanto tiempo después de su viaje habría tenido más tiempo para ahondar en su teoría evolutiva. De haber sido así, ¿habría cambiado en algo?
Fuente: Enfermedades que cambiaron la historia (Pedro Gargantilla)