UN DÍA CUALQUIERA DE FUMIGACIÓN
Llegó el día D a la hora H. Vamos a luchar contra las plagas. En concreto de IPAs (Insectos de Productos Almacenados). Una gran infestación se ha introducido en la fábrica contaminando la materia prima, la zona de producción y el envasado, hasta el producto final. ¿Qué hacemos?
Esto es lo que sucede dentro de una empresa cuando hay problemas con polillas o gorgojo en una instalación. Aquí es donde entramos los expertos en gestión de plagas y en concreto, los especialistas en fumigación.
¿Y qué es una fumigación? A menudo se piensa que cuando se hace cualquier tipo de tratamiento de desinsectación, ya sea mediante aplicación de gel insecticida, pulverización dirigida o nebulización, se denomina coloquialmente, fumigación. Y eso no es así, concepto equivocado. La fumigación es un tratamiento de control de plagas basado en el uso de fumigantes.
Un fumigante es un agente químico que, a temperatura y presión normales, se encuentra en forma gaseosa y que puede mantenerse a una concentración suficiente para eliminar las plagas.
A diferencia de otros biocidas, los fumigantes se difunden y penetran en ranuras, grietas y mercancías, eliminando la plaga en todas las fases de su ciclo de vida y en un único tratamiento, algo que no ocurre con el resto de los productos biocidas.
La fumigación puede alcanzar niveles de eliminación de la plaga, superiores al 99%.
Cuando se utiliza a las concentraciones correctas y adecuadas, no deja residuos, por lo que siempre que el registro del biocida así lo especifique, se puede usar sobre alimento, algo que no se puede hacer con el resto de los biocidas no fumigantes. Debido a su poder de penetración, pueden ser utilizados en lugares donde cebos, polvos o aerosoles no serían eficaces.
Después de esta pequeña explicación, os voy a comentar lo que me suelo encontrar en dichos trabajos. En este caso, voy a exponer un tratamiento de fumigación en una fábrica.
Lo primero que hacemos al llegar al establecimiento del cliente donde vamos a realizar una fumigación, es inspeccionar concienzudamente las instalaciones y la hermeticidad de dicho lugar a tratar, para poder empezar a planificar el sellado de dicha fábrica.
Este es uno de los puntos más importantes, ya que un mal sellado puede hacer, no solo que el tratamiento no sea efectivo, sino que puede suponer un peligro que ponga en riesgo la integridad de los trabajadores, tanto de los que realizamos el tratamiento, como los trabajadores de la fábrica que estamos tratando, así como terceras personas que pueden pasar o trabajar en zonas colindantes.
Después de dicha evaluación solo queda ponernos manos a la obra con el sellado. Cogemos plástico y precinto, y comenzamos a sellar puertas, ventanas, maquinaria delicada, huecos, arquetas y fisuras que tengan el lugar a tratar. No hay que dejar nada sin revisar dos veces para comprobar que la hermeticidad que necesitamos es la correcta.
Llegó el momento de descansar y recuperar las fuerzas después de esta primera fase, que sin duda, es la más dura físicamente. Debemos tener la mente fría para la siguiente parte del tratamiento que es la de aplicar el producto.
Ahora toca organizarse con los compañeros para aplicar el producto teniendo la máxima precaución posible ya que nada puede salir mal, sin dejar nada a la improvisación. Para ello, prepararemos los EPIs oportunos: máscara facial, guantes, medidores de baja y los ERAs (equipos de respiración autónoma) por si hiciesen falta en algún momento durante la introducción del gas, ya que toda precaución es poca cuando hablamos de tratamientos de fumigación.
Después de la introducción del gas, esperaremos un rato para tomar las mediciones oportunas, tanto dentro de la instalación tratada, para la cual emplearemos un medidor de alta que nos indicará la concentración de gas que tenemos dentro del área tratada, como fuera de las instalaciones, para lo cual emplearemos en este caso, el medidor de baja concentración, que nos permitirá comprobar que no hay fuga alguna que suponga un riesgo para cualquier persona o especie no diana. En caso de que así fuera, se buscaría con el medidor de baja la fuente de fuga para subsanarla lo antes posible.
Después de todo el trabajo duro de ese día o esos días, dependiendo del tamaño de la instalación, ahora toca descansar para volver y realizar la apertura de las instalaciones que, dependiendo del producto fumigante que se ponga, serán más o menos días y con sus mediciones entre medias.
El día de la apertura y ventilación, hay que tener todo controlado, con los procedimientos bien aprendidos y con los equipos de protección adecuados y calibrados. Porque digo esto, porque es el momento de introducirnos dentro de las instalaciones, donde las concentraciones de gas son tan altas que pueden producir la muerte en cuestión de segundos.
¡Vamos a prepararnos! Después de ponernos guantes, traje, botas, etc., nos ponemos y comprobamos el ERA (equipo de respiración autónomo). Realizamos la apertura de las instalaciones para ir ventilando de forma estratégica y liberando esa concentración de gas que queda dentro y retirando el residuo o diferentes materiales utilizados en el tratamiento. Después de pasar el tiempo correspondiente haciendo esa liberación de gas, no abandonamos la instalación hasta comprobar y cerciorarnos que en la totalidad de la misma, queda la mínima concentración de gas. Llegados a este punto y cuando el medidor de baja indica que no hay presencia de gas en ninguna zona expuesta, ni las colindantes, se emite el Certificado Libre de Gas, dando por finalizado el servicio.
Ya por último solo queda comprobar la efectividad del tratamiento y hablar con el cliente para comprobar la satisfacción del trabajo bien realizado.
Blog facilitado por: Luis Fco. Rodríguez Hernández - Técnico especialista en fumigación (Rentokil Initial España)
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