EL MOSQUITO DE LA MALARIA, CADA VEZ MÁS RESISTENTE
Ensayos rápidos todavía demasiado caros.
Al mismo tiempo que esto ocurre, los médicos temen ver aparecer en África una resistencia a la artemisinina, principal molécula utilizada hoy en día como tratamiento de 1ª línea contra la malaria. Dicha resistencia apareció estos últimos años en el sureste de Asia. “De momento, no vemos nada en Kenia, pero sabemos por experiencia que las resistencias asiáticas preceden sólo unos 10 años a las resistencias africanas. No vienen de Asia pero aparecen por las mismas razones”. Es decir, una sobreexposición de los parásitos a los medicamentos y una mala monitorización de los tratamientos, favorecen la supervivencia de los más resistentes.
Ya se han tomado medidas para demorar el plazo. “Cuando empecé a trabajar, se recomendaba dar antipalúdicos a título preventivo si aparecía las más mínima fiebre”, recuerda Zul Premji, profesor de parasitología en el hospital universitario Aga Khan de Nairobi. “Ahora, tratamos de establecer un diagnóstico seguro antes de dar el medicamento, para limitar la exposición del parásito a dicha molécula”.
El único problema con este método de tratamiento es que los ensayos rápidos son todavía demasiados caros (de hecho, más que el propio tratamiento) y no lo suficientemente eficaces. En cuanto a los ensayos clásicos, empezando por la búsqueda de presencia de parásitos en la sangre, se requieren muchos técnicos y/o material para realizarlos, con el problema añadido de que son difíciles de establecer en las zonas lejanas. Justo allí donde la malaria está más presente.
Farmacias innumerables e incontrolables.
Otro problema añadido a todo lo anterior es conseguir que los enfermos no suspendan el tratamiento, con el fin de evitar la emergencia de dichas resistencias. “Los medicamentos han evolucionado mucho en términos de gusto, lo que facilita la toma, y el número de comprimidos ha sido reducido de forma significativa, pero son todavía demasiados los pacientes que interrumpen el tratamiento cuando están curados para ahorrar comprimidos”, lamenta Linus Igwemezie, director de la Novartis Malaria Iniciative, una colaboración entre la OMS y el laboratorio que tiene como misión la difusión a precio de coste del Coartem (una mezcla de artemisinina y de lumetranfina) principalmente en Kenia. “Tenemos exactamente el mismo problema en los países occidentales con los antibióticos” añade.
A todo esto hay que añadir el tráficos ilegal de falsos medicamentos, subdosificados y poco eficaces (cuando no, tóxicos), que inundan el mercado keniata (cerca de un 40% de los antipalúdicos disponibles según algunas estimaciones). Las farmacias ilegales son innumerables e incontrolables. Lo mismo venden falsos medicamentos como píldoras por unidades que compran los más desfavorecidos, entrando así en el juego del parásito, que se beneficia de condiciones ideales para desarrollar sus resistencias.
Existen numerosas moléculas en fase de ensayo para sustituir la arteminisina, pero ninguna estará disponible antes de 2018. La carrera contra la malaria ya ha comenzado.