HONGOS INSECTICIDAS. ALIADOS CONTRA LAS PLAGAS FORESTALES.
El aumento de plagas y la llegada de especies invasoras no es ninguna novedad, lo que implica efectos adversos y negativos en el ámbito ambiental, social y económico. Para cortar por lo sano y de la manera más ‘environmentally friendly’, para no hacer uso de pesticidas y emplear técnicas sostenibles, varios investigadores del Campus de Palencia detectan hongos insecticidas que podrían utilizarse en el control de plagas y enfermedades forestales.
El Grupo de Patología Forestal del Instituto de Gestión Forestal Sostenible (IuFOR), en un trabajo que cuenta con financiación europea y se enmarca dentro del proyecto Life Miycorestone, pretenden encontrar hongos autóctonos que sean capaces de controlar las poblaciones de insectos plaga de la culebrilla del corcho y del taladro de la encina, para poder abordar el manejo de sus poblaciones de una forma respetuosa.
“Lo que se trata es mejorar el estado de salud del bosque, pero de una forma respetuosa con el medio ambiente. Tenemos en el monte organismo que pueden ayudar a controlar plagas o enfermedades, por lo que la idea era encontrar esos organismos para analizar la forma con la que utilizarlos para hacer ese control”, afirma el coordinador del grupo investigador, Julio Diez.
Deja claro que se trabaja con hongos existentes en las mismas zonas, ya que los bosques son un ecosistema muy estable, pero, a su vez, es muy fácil que se rompa su equilibrio. “Si se llegan a aplicar fitosanitarios, químicos u otros organismos ajenos al lugar, ese ecosistema se puede romper”.
Así, se evitaría la introducción de especies o individuos alóctonos en los bosques con un comportamiento difícil de predecir. Algunos de estos insectos son el Coraebus undatus (culebrilla del corcho) y el Cerambyx welensii (taladro de la encina), que afectan principalmente a especies del género Quercus (roble, encina y alcornoque), informa Ical.
No obstante, aclara que, dentro de un grupo de más de 1.000 hongos, han aparecido fundamentalmente tres que son muy efectivos para el control de algunas de las plagas en laboratorio, al ser una fase inicial. Los cuales todavía no están identificados, al ser algo muy novedoso, puntualiza.
El coordinador del Grupo Investigación de Patología Forestal de la UVa detalla que hay dos factores fundamentales que explican el aumento exponencial en la aparición de plagas, como son la globalización y el cambio climático.
En primer lugar, la globalización afecta a todos los sentido y ámbitos, que se relaciona directamente con la entrada de especies invasivas o emergentes. “En 24 horas cualquier producto vegetal puede aparecer en cualquier parte del mundo. Ya sean semillas, plantas o trozos de madera, pueden traer con ellos diversos organismos”.
El fenómeno plaga se produce por la “rotura del equilibrio del monte, porque en dicho espacio hay muchos organismos, pero todos han coevolucionado”. Sucede igual que con el COVID-19, un virus que está por aquí y que antes no era así, apunta.
Destaca que, en un ecosistema estable, las olas o flujos de plagas son mínimas, porque la propia vegetación ha crecido con ello. Añade que un hongo o insecto que lleva en el monte muchos años produciría fenómenos plaga muy pequeños.
“La globalización pone un organismo nuevo en una zona en la que no ha estado antes, lo que hace que ese equilibrio se rompa y todo el monte sea orégano. Empieza a crecer de forma exagerada hasta que se queda sin árboles”.
En segundo lugar, Diez desgrana que el cambio climático está provocando “un desajuste en las condiciones de esos árboles o insectos que se han aguantado unos a otros”. Con un incremento de temperatura, una precipitación extrema o una sequía hacen que las defensas vegetales se debiliten.
En ese momento, los organismos que nunca causan problemas cambian de bando y empiezan a ser un inconveniente y se aprovechan, dado que un árbol está lleno de hongos, ya sean positivos o negativos.
En el caso de un desequilibrio y de perdida de defensa, “no pasaría nada si se trata de una planta que posee hongos buenos, pero si ocurre al contrario y contiene ese otro hongo más agresivo, empezaría a causar daño. Algo que antes no se producía, porque dicho árbol resistía debido a unas defensas plenas y activas”, asevera.
Ante el actual contexto de cambio climático, los bosques mediterráneos, en especial los ecosistemas de dehesas, se ven afectados por numerosos problemas que amenazan su viabilidad y que tienen un efecto acumulativo sobre los árboles.
Un importante factor dentro de esta ecuación son los insectos plaga que atacan a las dehesas favoreciendo su deterioro, la propagación de enfermedades y la pérdida de calidad de su corteza (corcho del alcornoque).
De esa forma, sería una de las causas del decaimiento y muerte de una gran cantidad de árboles; y como consecuencia, la pérdida de viabilidad económica de los aprovechamientos forestales.
Julio Diez, junto a al técnico e investigador, Álvaro Benito, explican en el laboratorio que se cogen los insectos y se les deja andar durante un tiempo en placas con determinados hongos, los cuales pueden ser posibles bioinsecticidas.
De manera estadística, se mide el número de insectos que han muerto y el tiempo que han perdurado, con el fin de averiguar la utilidad de ese hongo para el control de plagas.
Además, se realiza otro tipo de ensayo, con el que se comprueba si tienen carácter antifúngico. Dentro también de una placa, se introducen dos hongos diferentes para analizar si el llamado hongo bueno inhibe el crecimiento del otro.
Tras todo ello, se debería probar en plantas, ya sea inoculando un hongo u otro o bien dejar un insecto y probar el hongo insecticida, así como observar la evolución de la parte vegetal.
Comentan que así se averiguó que diversos hongos poseen este tipo de potencial, aunque recalca que son ensayos in vitro, y que se deben pasar más fases a otra escala, algo que conlleva mucho más tiempo. Aun así, es indicativo de progresos.
El trabajo cuenta con financiación europea, y se enmarca dentro del proyecto Life Miycorestone en el que participa la Universidad de Valladolid en la búsqueda de hongos entomopatógenos (capaces de matar insectos); en colaboración con el Centro Superior de Investigaciones Científicas (IRNASA, Salamanca), el National Research Council (Italia), así como varias empresas nacionales como Micelio, Volterra o IDForest o internacionales como la empresa portuguesa Colquida