ENCONTRADA LA BELLA DURMIENTE SUBTERRÁNEA
Enrolladas y “dormidas” dentro de unas cámaras que forman con sus propias heces. Así pasan el verano las lombrices de El Molar, un pueblo de la sierra madrileña (y muchas otras) para soportar la sequía que no les permite desarrollar su actividad normal. Este proceso de resistencia se llama estivación y lo llevan a cabo muchos animales de distintos grupos además de las lombrices de tierra: caracoles terrestres, ranas, peces, esponjas marinas o pepinos de mar, entre otros.
Las lombrices de tierra respiran a través de la pared de su cuerpo, por lo que necesitan vivir en un ambiente húmedo. De lo contrario, no podrían llevar a cabo el intercambio de oxígeno. De esta manera, cuando llueve las lombrices salen a la superficie y podemos verlas contoneándose por carreteras y caminos. Por el contrario, sin lluvia, se mantienen resguardadas en el suelo.
El problema llega cuando ni siquiera su querido suelo es capaz de mantener las condiciones adecuadas para su supervivencia. En verano, tras muchos meses sin precipitaciones, gran parte del suelo queda prácticamente seco y la lombriz se tiene que buscar la vida para seguir adelante.
Existen dos estrategias para superar estos períodos adversos. La primera es morir, pero no sin antes dejar un montón de capullos (sí, así se llaman los huevos de las lombrices de tierra) como forma de resistencia. Estos eclosionarán cuando lleguen de nuevo las condiciones favorables y las pequeñas lombrices darán gracias a su mamá lombriz por haberse sacrificado por el bien común. La segunda es estivar. La baja humedad del suelo parece ser el principal precursor de la estivación, seguida de las altas temperaturas.
Hasta hace poco, podíamos mantener en estivación a las lombrices de tierra de la especie Carpetania matritensis durante un mes en el laboratorio pero, recientemente, hemos demostrado que estas bellas durmientes del Molar son capaces de sobrevivir hasta un año de estivación, despertar y recuperarse.
Hemos estudiado los cambios que se dan en las lombrices a nivel molecular para conocer los entresijos de este proceso tan curioso. Como resultado, encontramos respuestas parecidas a aquellas observadas en otros animales: una depresión metabólica general unida a la inhibición de los procesos digestivos y a una reducción del estrés. Los resultados comienzan a ser fascinantes cuando analizamos a las lombrices que estivan durante un año completo.
En primer lugar, las lombrices necesitan relajarse para entrar en ese estado meditativo de estivación. Su sistema nervioso es relativamente simple, pero comparten algunas de las moléculas neurotransmisoras con los humanos. Para mantener su baja actividad, C.matritensis aumenta el transporte de algunos neurotransmisores inhibitorios como la glicina y el GABA, estudiados por su implicación en el sueño REM de humanos. Así, parece que las mismas moléculas que promueven la relajación y la calma antes de dormir también son necesarias para la estivación. Además, en la estivación de un año entra en juego la conocida dopamina. Aparte de sus propiedades relajantes, estos mensajeros químicos tienen un papel protector de las células nerviosas.
Con el fin de minimizar el consumo de energía, reducen la respiración y cesa la digestión durante la estivación. No obstante, necesitan algo de energía incluso en estado hipometabólico. Normalmente, el modo principal de obtención de energía es a partir de los azúcares, a través de un proceso que se denomina glucólisis. Sin embargo, en tiempos de escasez, a las lombrices de tierra no les queda otra que ser creativas con sus dietas y comienzan a usar las grasas y la gluconeogénesis como fuentes de energía.
Las lombrices de tierra son criaturas muy fascinantes, ¡y no somos los únicos que opinamos así! Incluso llamaron la atención de Charles Darwin, quien, al igual que nosotros, investigó el comportamiento de las lombrices de tierra en diferentes condiciones cuando se consideraban plagas.
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Publicación Original: The Conversation. Natasha Tilikj, Universidad Complutense de Madrid; Marta Novo Rodríguez, Universidad Complutense de Madrid